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ALDARTE CENTRO DE ATENCIÓN A GAYS, LESBIANAS Y TRANSEXUALES ASOCIACIÓN DE ESTUDIOS Y CENTRO DE DOCUMENTACIÓN POR LAS LIBERTADES SEXUALES |
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MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y MUJERES LESBIANAS
La cultura occidental, sobre todo desde la Baja Edad Media( siglos XI a XV), no ha querido dar crédito a las relaciones eróticas entre mujeres, ha corrido un velo de ignorancia y de ocultamiento paralelo al ocultamiento que ha tenido la sexualidad femenina.
Más aún que la sodomía, hoy denominada homosexualidad, la sociedad occidental construyó una barrera impenetrable alrededor de la sexualidad lesbiana que ha durado cerca de dos mil años. A partir de la institucionalización del cristianismo, la sexualidad entre mujeres era el pecado que no se podía nombrar y lo innombrable deja escasas huellas en los registros históricos siendo por tanto complicado de recuperar. La historia no ha sido pródiga contando casos sobre esta práctica sexual.
Incluso en sociedades tan avanzadas y tolerantes en el campo de la sexualidad humana como la griega y la romana, donde existían bodas entre personas del mismo sexo( las bodas de la semejanza), en las que la paiderastia (relaciones homoeróticas entre un efebo y un adulto) estaba institucionalizada y existían lugares, los gimnasium, dedicados al galanteo entre hombres, borraron prácticamente de la consciencia de aquel tiempo las relaciones afectivo-sexuales entre mujeres. En un cierto grado la gente estaba bien enterada de su existencia, sin embargo es preciso reconocer un silencio extraño entorno al lesbianismo.
Todo induce a pensar que el pensamiento occidental rechaza, a pesar de las evidencias y del conocimiento de las prácticas sexuales entre mujeres , la existencia del lesbianismo. Es una constante en la legislación del siglo XIX la negativa a concebir que las mujeres pudieran tener relaciones sexuales entre ellas.
Por ello el término lesbiana no se utiliza hasta el siglo XIX, siendo un vocablo a reivindicar a lo largo del siglo XX, diferenciado del término homosexual y dependiendo de zonas geograficaza, también del término gay. Sin embargo antes de esta época no es posible aplicarlo a mujeres que tenían relaciones con otras mujeres porque seguramente ni ellas mismas eran capaces de verse a sí mismas como un grupo sexual y social distinto. La relegación/reclusión de las mujeres a la esfera de lo privado impedía estas percepciones porque evitaba además la formación de una subcultura lesbiana como la que habían construido los hombres gays desde el siglo XVII. Podemos hablar de la existencia de una subcultura lesbiana en países como Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos sólo a partir de 1890. Excepto en los conventos y en los prostíbulos , la vida e identidad sexual de las mujeres estaban circunscritas a sus familias y a las paredes de su casa.
En lo que a occidente se refiere, hasta los años 70 no podemos hablar de un inicio de visibilidad del lesbianismo. En el Estado Español y Euskal Herria hasta después de la muerte de Franco en 1975 no empezarán a formarse los primeros colectivos y grupos organizados de lesbianas, en unos casos juntamente con los compañeros gays, en otros al calor del movimiento feminista y también de manera independiente. Estas mujeres harán de su orientación sexual algo más visible y se produce en estos años, por primera vez ,su aparición, de manera desigual, en prensa, radio y televisión.
Sin embargo, no hace falta ser muy avezado en estos temas para darse cuenta de la desigual relación que gays y lesbianas tienen con los medios de comunicación en general. El mundo de lo público, la aparición en prensa, radio y televisión, la utilización que ambos colectivos hacen de ellos, el diferente interés que despiertan en los medios, el trato que reciben y el recorrido histórico que han hecho ambos colectivos es bastante diferente. Todo ello pretende ser objeto de análisis en este cuaderno divulgativo.
TRATAMIENTO EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN: entre la invisibilidad y la falta de diversidad
En una época en la que el movimiento de liberación gay ha convertido la salida del armario, la no ocultación de la propia identidad sexual en clave de su estrategia política, y en esta línea se concede gran importancia a la aparición de gays en los medios de comunicación, el lesbianismo, salvo contadas excepciones, es llamativamente el gran ausente en la escena pública, y no porque los medios , con una postura entre progresista y carroñera, no lo favorezcan a su manera.
Hasta los años 70 la presencia de la homosexualidad y el lesbianismo en cualquier medio de comunicación era mínima, y cuando lo hacía era de la mano del prejuicio y el estigma.
A partir de 1975 la información de contenido homosexual empezó a ser más abundante: referencias a las manifestaciones del 28 de junio y a las reivindicaciones de los primeros grupos organizados de gays y lesbianas, sin los cuales el avance en cuanto a visibilidad hubiera sido impensable, intentos de romper mitos y estereotipos... Hablando por boca de históricos militantes del movimiento asociativo, los medios de comunicación trataron siempre bien, salvo excepciones, la cuestión homosexual y lesbiana, y a ello contribuyó y se dedicó a fondo el movimiento con cartas, escritos, colaboraciones, artículos de prensa, entrevistas, participación en debates en radio y televisión, denuncia constante de las discriminaciones y reclamo de unos derechos considerados como legítimos. Fueron años de verdadera producción de cultura gay y lesbiana.
Las noticias que sobre este tema han dado las televisiones estatales y autonómicas en el Estado en estos últimos años doblan y triplican la atención de los medios de comunicación en otros países europeos. Sin embargo la aparición de lesbianas en televisión es de uno a veinte a favor de los gays.
Una de las consecuencia que se nos ocurre, nada positiva para el lesbianismo, es que después de ser la gran olvidada durante siglos, incluso ahora corre el peligro de vivir otra etapa de supresión bajo la extrema visibilidad de lo específicamente gay. De hecho, la cultura lésbica, las señas de identidad de “lo lesbiano”, incluso lo que entendemos por ser lesbiana, es lo gran desconocido, y corre el riesgo de que su vulnerabilidad acabe forzándola a subsumirse bajo lo gay y los patrones culturales gays. Esto no significa que la escasa o mínima presencia lesbiana en los medios niegue la existencia de una cultura e identidad lésbica, que indudablemente existen, pero estamos ante la posibilidad de que desde fuera, desde los propios medios de comunicación se ofrezca y se genere una imagen y se presenten unas señas de identidad con las que las propias lesbianas, por omisión, no estén de acuerdo o con las que no se sientan identificadas.
Los medios no lo son todo, pero a nadie se le escapa que crean modelos, patrones, contribuyen a divulgar estados de opinión y estilos de vida. Si no decimos cómo somos, qué queremos, hacia donde nos dirigimos, cuales son nuestros anhelos y nuestros sueños, tarde o temprano otros lo harán por nosotras. En este momento, podemos decir, sin demasiado riesgo de equivocarnos que los gays lo están haciendo por nosotras.
En lo que a la televisión se refiere, de la nada, de la invisibilidad se ha pasado a contar con un personaje fijo en la serie “ Siete vidas “Diana, interpretado por Anabel Alonso, que sale del armario, presenta a su novia , se “casan “ y tienen una criatura. Anteriormente series llegadas de Estados Unidos como Roseanne y Ellen fueron pioneras en presentar personajes de mujeres lesbianas, igual que “ Siete vidas” con un tono simpático y positivo. A partir del año 2000 series como “ Periodistas”, “ El comisario”, “ Al salir de clase “ han contado en algunos de sus capítulos con personajes de mujeres lesbianas. Más recientemente el concurso “ Gran Hermano” tenía entre sus concursantes a dos mujeres, Raquel y Elba, cuya orientación sexual, supuestamente lésbica, dio mucho que hablar y fue el origen de uno de los momentos más bochornosos en el trato de un entrevistador a una mujer, en la historia actual de la televisión.
En el proceso general de basurización de las programaciones televisivas, también el tratamiento y presentación del lesbianismo ha sufrido un proceso similar; desde hace varios años y salvo rarísimas excepciones no se ofrece nada distinto a lo que ya conocemos, que consiste en escuchar como una mujer lesbiana, generalmente joven, y su entorno más cercano familia, amigos...han vivido y procesado la revelación de su orientación sexual. El debate sobre la utilidad de estas apariciones en el proceso de normalización, y su aportación para hacer de esta orientación sexual algo más visible es grande.
En la programación televisiva de la tarde, los “ Talk show”, programas en los que se entrevista a gente que cree tener experiencias insólitas que contar a cambio de sus cinco minutos de gloria, cuentan cada vez más a menudo con la participación de mujeres que se presentan como lesbianas, y que reflejan la realidad lesbiana tanto como los que se presentan como heterosexuales reflejan la realidad de estos, es decir poco o nada. Ante esta representación, es frecuente oir por boca de mujeres lesbianas la poca identificación con estos personajes y su escasa o nula representatividad de lo que significa ser lesbiana, asunto por otra parte que ni para las propias mujeres lesbianas ha sido y es a veces cuestión demasiado clara.. Exceptuando la admisión de la gran diversidad de estilos y modos de vida de las mujeres lesbianas y la pluralidad de entender y definir el lesbianismo, el colectivo lésbico como tal carece, quizá más hoy que en décadas anteriores de una política sexual basada en la formulación de unas señas de identidad de lo que significaría ser lesbiana, de lo que nos asimila y nos diferencia de las mujeres heterosexuales y de la población gay.
A grandes rasgos, la imagen que se ofrece de las lesbianas en los medios de comunicación, lejos de reflejar la diversidad que les caracteriza, sigue enmarcada entre el modelo que ofrece la pornografía para el consumo del heterosexual masculino y la imagen de la lesbiana masculina y camionera. Ninguno de estos estereotipos, responde a las vidas cotidianas y a los deseos de la gran mayoría de lesbianas actuales.
El tratamiento en la prensa escrita y la radio se mueve entre la ocultación de la realidad lésbica al tratar temas específicamente femeninos relativos a la salud, la maternidad, la concepción de la vida en pareja, la sexualidad...y el interés que últimamente provocan en los medios las madres lesbianas. Es frecuente que bajo titulares como “ Las mujeres y el sexo “ se ignore la existencia de otras sexualidades no heterosexuales o en artículos que analizan los comportamientos femeninos en el seno de la pareja ni se mencione a las parejas formadas por mujeres. Otros tratamientos del tema son tan escabrosos y retrógrados que lo mejor es olvidarlos, como aquel periodista que busca la explicación a una conducta homicida en el lesbianismo de la madre del asesino.
La mayor parte de las veces, el lesbianismo aparece siempre de la mano de la homosexualidad, diluído en los programas que los gays han diseñado hace años para ellos; raras veces tiene identidad propia y es objeto de análisis serios. Hay honrosas excepciones que animan a pensar que algunos/as profesionales de la prensa han empezado a hacer las cosas en otras claves y con otra sensibilidad, algunos ejemplos hay.
En Euskal Herria hemos tenido la gran suerte de contar primero con el diario “ Egin” y después con “ Gara” y “ Egunkaria”, que además de publicar todo lo que los grupos y colectivos les han ido proponiendo, han sabido ir incorporando el tema de la diversidad sexual con una mirada desprejuiciada y progresista.
MEDIOS DE COMUNICACIÓN GAYS
Más de lo mismo encontramos en los medios de comunicación gays; la presencia lesbiana es prácticamente nula en la prensa homosexual tanto en la comercial como en la gratuita. Revistas como Shangai u Odisea, ambas gratuitas, no cuentan entre sus objetivos dirigirse a las mujeres lesbianas. Son revistas que apuestan por el glamour y la moda y practican un gran culto al cuerpo masculino perfecto, que si es poco representativo de la población gay menos lo es de la lesbiana .Algunas colaboradoras de Shangai salvan la ausencia de escritos de y para lesbianas. En las revistas no gratuitas Mensual y Zero nuevamente la presencia lesbiana es nula en la primera y escasísima en la segunda.
En la portada de Zero se han hecho famosas la “salida del armario” de varios gays, Jesús Vazquez, Nacho Duato, el teniente coronel Sánchez Vila y el sacerdote Jesús Montero; ninguna lesbiana. Ausencia casi total de colaboradoras lesbianas.
Destacar igualmente que ni ha habido, ni hay publicaciones con un componente marcadamente erótico-sexual dirigidas a este colectivo.
Frente a esta casi total invisibilidad del lesbianismo en la prensa gay, las revistas y publicaciones del movimiento asociativo representan el único espacio en el que lo lésbico encuentra un lugar propio para reconocerse y hacerse visible.
Las mujeres lesbianas del Estado han contado desde los años 80 con publicaciones de carácter lúdico-reivindicativo editadas por las diversas organizaciones y que han intentado, con mayor o menor fortuna, poner sobre la mesa reflexiones y debates que se suponían de interés general. A diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, las organizaciones de lesbianas del Estado no parecen estar lo suficientemente concienciadas del importante papel que desempeñan las publicaciones lésbicas a la hora de articular un discurso reivindicativo propio, crítico y de denuncia, y de contribuir a la profundización en la identidad colectiva ( manifestación individual de afiliación, de conexión a otras personas.) Consecuentemente las publicaciones que existen no cuentan con el apoyo económico institucional deseable y sin el cual su subsistencia es muy difícil, y su influencia cara a las propias lesbianas y la sociedad en general se ve muy reducida. Por las razones que fueran, las escasas iniciativas privadas en este sentido no han visto cubiertas sus expectativas iniciales y han tenido que desaparecer.
Quizá no sea deseable compararnos continuamente al mundo gay, pero ellos aprendieron hace tiempo que los medios de comunicación y la prensa escrita en particular por ser de más fácil acceso eran fundamentales en la creación y difusión de lo que ellos son y de lo que quieren.
Cierto es que la actual debilidad de las escasas organizaciones de lesbianas hace difícil plantearse siquiera esta cuestión.
Por otra parte, la prensa comercial por las razones que fuera no parece considerar rentable dirigirse a este colectivo, si lo fuera no existe la menor duda de que habría publicaciones para lesbianas. ¿Tenemos por ser mujeres menos recursos económicos y por tanto compramos menos? ¿ No está entre nuestras prioridades leer prensa dirigida exclusivamente a nosotras? ¿ Las publicaciones de lesbianas y para lesbianas no nos han resultado suficientemente sugestivas para implicarnos más en su mantenimiento?¿ La identidad colectiva lésbica, el sentirnos parte de un grupo con unas señas de identidad propias no es tan fuerte como para interesarnos leer sobre lesbianas y lesbianismo?. ¿O se trata de que es difícil responder a las expectativas que tenemos porque al no existir una comunidad lesbiana fuerte y reconocida a la que acudir, con la que identificarse, nadie está dando pistas de los gustos, necesidades y preferencias que se tienen? Preguntas hay muchas, respuestas ¿ habrá que ir dándolas?
ALGUNAS CAUSAS DE LA INVISIBILIDAD LESBICA EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN O ¿QUIÉN LE PONE EL CASCABEL AL GATO?
Claramente hay una ausencia de imágenes y de mensajes de y para lesbianas, y podemos hablar de un grado alto de invisibilidad en los medios. ¿ Por qué? Como en casi todos los temas las razones son diversas y se entrecruzan entre ellas.
Algunas de las causas señalan directamente a los medios de comunicación, otras, seguramente las más, a las razones, dificultades, claroscuros... que las mujeres lesbianas expresan para no querer aparecer en ellos.
Más allá de las razones que apuntan al miedo a muchas cosas, al qué dirán, a las consecuencias que el hacerse pública hoy en día, más para unas mujeres que para otras, todavía supone, hay algunas razones que bien merecen pensarlas un par de veces.
a) Ponga un gay en su vida.
Para los propios medios de comunicación es, hoy por hoy, atractivo sacar lo que se presenta como expresión de lo gay; lo gay vende y se lleva. En ese mundo de estereotipos, es lo divertido, lo marchoso, lo moderno. Es centro de experimentación de ropa, calzado, colonia, gafas... El mundo de la moda transita por muchos de sus caminos por lo gay. Cualquier magazine que se precie tiene su gay. De momento lo gay tiene gancho y se saca.
Lo lésbico ni está de moda ni vende; no se sabe si es divertido, marchoso y moderno; ninguna marca comercial experimenta con ello... simplemente no estamos.
b) La actual debilidad organizativa.
El movimiento lesbiano, formado exclusivamente por mujeres, no es hoy en día ni organizativa, ni políticamente fuerte. La consecuencia más directa, en el tema que nos ocupa, es la escasez de figuras que representen públicamente al colectivo.
Ciertamente la presencia en los medios desde la década de los ochenta se está garantizando gracias a muchas mujeres que pospusieron los costes personales a la necesidad de rostros públicos que tenía el movimiento; sin embargo la proporción de mujeres que públicamente hablen de su lesbianismo no aumenta en la medida en que supuestamente está aumentando la tolerancia social.
El estancamiento ideológico en el movimiento lesbiano y la cuasi desaparición de algunos colectivos no ha generado un caldo de cultivo adecuado para replantear la relación que se quiere tener con los medios.
Muchas veces el análisis un tanto victimista de la doble opresión que sufren las lesbianas en cuanto mujeres y en cuanto minoría sexual ha instalado a los grupos en una paralizante “cultura de la queja “, aquello de “tenemos suficientes razones para quejarnos” se convirtió más en hacer una lista de todas las quejas que se tenían, que en ver qué podíamos hacer para luchar contra ellas. Y desde estas posturas se ha justificado en ocasiones la no presencia pública en los medios a los que se ha acusado de carroñeros y de tratar mal a las lesbianas. Estos análisis olvidaban el alto coste personal que algunos hombres pagaron por atreverse a identificarse públicamente como gays. La salida del armario todavía hoy en día sigue teniendo inevitablemente un coste, pero según el convencimiento o no de su eficacia en favor de la visibilidad habrá que ir tomando decisiones en un sentido o en otro.
El necesario relevo generacional de quienes han sido los rostros públicos del lesbianismo es en esta situación de debilidad organizativa difícil de garantizar, ya que, exceptuando a quienes tienen una clara vocación pública, es natural y conocido que las relaciones con los medios son cansas y acaban quemando a las más incombustibles. El deseo de una vuelta a la privacidad puede dejar al colectivo lesbiano sin caras que lo representen.
Sin embargo, tampoco sería saludable que la visibilidad lesbiana se limitara a hacerse efectiva en unos cuantos nombres propios mientras las demás nos echamos a siestear y nos damos por representadas.
Tampoco parece que a título individual, mujeres ajenas al movimiento lesbiano quieran no ya enarbolar la bandera del lesbianismo, sino integrar dentro de su actividad cotidiana su condición de mujer lesbiana a la manera como lo están haciendo los hombres gays en diversos ámbitos de la sociedad.
c) ¿ Es válido para las lesbianas el modelo gay de visibilidad?
La actual política sexual del movimiento gay concede una importancia enorme a la visibilidad para alcanzar el objetivo de la normalización. Ello lleva implícito el trabajo continuo para animar a gays y lesbianas a hacer pública su condición. Hoy lo que se lleva es la visibilidad. hay que salir, estar en los medios en la convicción de que eso ayuda.
Algunos colectivos de lesbianas han incidido en esta misma idea: “ La visibilidad es un camino esencial dentro de la lucha por nuestra normalidad. Si queremos que nuestros derechos como ciudadanas lesbianas sean reconocidos tendremos que hacernos visibles “ Esto incluiría, aprender a utilizar los medios de comunicación y servirnos de ellos porque pueden ser útiles en el proceso de normalización de nuestra sexualidad.
Sin embargo no parece que ese modelo emocione demasiado a las lesbianas dado el escaso eco que está teniendo entre nosotras. Evidentemente el movimiento organizado de lesbianas no tiene capacidad y fuerza en este momento para cuestionar esta estrategia del movimiento gay y proponer otros modelos alternativos.
Ahora bien, la escasa aparición de mujeres lesbianas en los medios, no significa que en ámbitos más personales (familia, amigos) y generales (compañeros de trabajo o estudios, vecinos,...) se oculte la propia condición sexual. Nada más lejos de la realidad, muchas lesbianas de a pie realizan sus propios actos de liberación en la vida cotidiana y contribuyen a la normalización del hecho lésbico tanto como quién toma una iniciativa más pública y política. Esta es la aportación de muchas lesbianas a la visibilidad y la normalización, y quizá sea el momento de empezar a valorar mucho más de lo que lo hacemos esos importantes gestos cotidianos que avisan a los que nos rodean de nuestra existencia.
Este poco gusto por lo público no es patrimonio de las lesbianas, es extensible a las mujeres en general. Así y todo, cuando el conjunto de mujeres no hemos solucionado este asunto de lo público y los hombres siguen acaparando el protagonismo en multitud de áreas, quizá debamos ser más pacientes en el caso del lesbianismo.
d) La especificidad de la sexualidad lesbiana vivida como un asunto privado.
Parece ser un rasgo de la identidad lésbica y de las mujeres en general sentir y vivir la sexualidad como un asunto privado. La explicitación de la sexualidad lesbiana en nuestra sociedad es bastante diferente a la gay, no hay saunas ni cuartos oscuros para lesbianas, y las iniciativas en este terreno no han tenido ningún éxito. No hay publicaciones de contenido erótico-sexual o marcadamente pornográficas, ni producción audiovisual en este sentido. Nada. Fuera de los bares de ambiente las lesbianas no tienen lugares comunes, como parques, playas, cines, .donde ligar y practicar sexo...
Nada aparece corroborar la idea de que se tenga una vivencia de la sexualidad ocasional y superficial. En este sentido, parece que un componente esencial en las relaciones lésbicas es el amor y/o afecto.
Evidentemente el acceso a la sexualidad de gays y lesbianas es marcadamente diferente.
Esta forma de vivir la sexualidad tiene connotaciones mucho más privadas que la gay, convertimos la sexualidad en un asunto muy personal. Como mujeres y como lesbianas nos han enseñado, y hemos aprendido a vivir esa experiencia de forma discreta, sin hacer de ello centro de atención..
No parece fácil que viviendo la sexualidad de esta manera sea sencillo hacerla pública, decirle al ojo de la cámara: “ Me gusta tener relaciones sexuales con mujeres”. Es un ejercicio que los gays no tienen que hacer; tienen, por ser hombres, más camino recorrido en este sentido.
En cualquier caso, es la forma en que lo viven muchas lesbianas, y no hay por qué renunciar a ello o intentar modificar conductas en base a no se sabe muy bien qué. Así es como somos y así parece que ¿ es como queremos ser.?.
Es innegable que las lesbianas en general tenemos una relación contradictoria con los medios de comunicación; la crítica que se les hace sobre la invisibilidad del lesbianismo en ellos es innegable, sin embargo, ¿ en manos de quién está impulsar un cambio en este sentido?. Seguramente en manos de todos y todas, en primer lugar de los propios medios de comunicación intentando introducir el tratamiento de esta orientación sexual desde la creatividad y la imaginación, sin recurrir a vender la carnaza que tanto les gusta.
En segundo lugar de las propias lesbianas, tomando conciencia de la necesidad de hacernos visibles, de opinar, de decir qué queremos y adonde queremos llegar. Sa biendo que si trabajar en pro de la normalización de nuestra sexualidad no sólo es responsabilidad nuestra, no podemos y no debemos quedarnos calladas esperando que otros hablen y digan por nosotras. Cada cual analizará y decidirá cual puede ser su aportación, cada cual asumirá el nivel de responsabilidad y presión que decide soportar, hay camino recorrido pero hay mucho por hacer.
Y en tercer lugar la misma sociedad tendrá que articular y dotarse de mecanismos para educar en la comprensión del lesbianismo como parte de la diversidad sexual. Nadie debería cargar exclusivamente sobre nuestras espaldas el proceso de aceptación y normalización de la sexualidad entre mujeres. Nadie debería aseverar que una cara lesbiana en televisión vale más que una actuación de los gobiernos y poderes públicos en general en favor de nuestra dignidad. Todo ayuda, pongámonos a pensar.